El nacimiento recuerda la dignidad de la vida, la centralidad de los más vulnerables y la responsabilidad ciudadana de construir paz y justicia
La Navidad debe ser entendida como una buena nueva de esperanza, incluso en medio de las ausencias, el dolor y las dificultades económicas o sociales que enfrentan muchas familias de la región amazónica, donde no todos pueden reunirse o celebrar en condiciones ideales.
El mensaje central de esta fecha es que Dios se hace humano, nace en la fragilidad y en la pobreza, recordando que la vida, la dignidad y la justicia deben estar en el centro de toda acción personal, social y política, especialmente en contextos marcados por desigualdad y exclusión.
La celebración navideña también interpela a la sociedad y al Estado frente a realidades dolorosas como la falta de atención en salud, la postergación histórica de los pueblos indígenas, la violencia, la corrupción y situaciones críticas como los casos de tosferina en comunidades del Datem del Marañón, que evidencian graves falencias estructurales.
Asimismo, se resaltó que la Navidad coincide con un periodo preelectoral, lo que exige ciudadanos más informados y responsables, así como candidatos comprometidos con el bien común, la integridad y la prioridad de los sectores más vulnerables, dejando de lado intereses personales o políticos.
Desde la Amazonía, la Navidad adquiere un sentido especial, marcado por la fragilidad de la vida, la cercanía entre la vida y la muerte, y una profunda humanidad que se expresa en la vida comunitaria, incluso en contextos de pobreza, donde se comparte lo poco que se tiene.
Estas reflexiones fueron compartidas por Miguel Ángel Cadenas Cardo, obispo del Vicariato Apostólico de Iquitos, quien exhortó a vivir la Navidad con gratitud, austeridad, solidaridad y esperanza, recordando que la paz verdadera nace de la justicia, el cuidado de la vida y el respeto a la creación.






